lunes, 13 de julio de 2015

El beneficio de temer

"El miedo es ese pequeño cuarto oscuro donde los objetivos negativos son revelados". 
                                               Michael Pritchard


Escuchando 'Devil in Disguise' by Elvis, me dio el impulso repentino de escribir. Y es que confieso, tengo mucho tiempo que no lo hago, al menos no para este blog, al que he tenido muy abandonado.

Acostumbrados -supongo- a los escritos llenos de lógica y razonamiento, algunos no encontrarán muy interesante lo que deseo transmitir. Sin embargo, hay algo rescatable en este tipo de entradas, y es que a veces la simplicidad es mejor recibida que mil palabras adornadas con interlineado sencillo en Helvética. 

Escribir en tiempos de inestabilidad no es algo que le siente bien a alguien como yo, lo visceral suele ser muy poco digerible para el tipo de lector que me acompaña, ya que cuando nuestro mundo personal tambalea, la coherencia y la objetividad no son cualidades muy fáciles de encontrar. 

Afortunadamente "no hay mal que dure cien años, ni cuerpo que lo resista" y al salir de este convulsionado momento, he llegado a la conclusión de que lo que me sucedía no era tan malo / grave. Todo, se resume a miedo. Miedo a un par de cosas que la humanidad en general teme: la soledad sentimental, el desfase económico, la muerte, etc. 

Pero a fin de cuentas, lo peor que pudo pasar es que sucedieran y bueno, de ahí no se podía llegar más abajo. ¿O sí?

Si bien es cierto, desde que dejé de tomar un par de pastillas que desacertadamente me recetaron hace un par de años, mi percepción de ciertas sensaciones han sido un sube y baja tremendo, pero puedo decir sin temor a equivocarme que me privaban de la cosa más especial que puede sentir el ser humano: el miedo.

Permítanme justificar mi punto y el eje central del presente conjunto de palabras:

En los últimos 14 meses, muchas de las decisiones que he tomado para mi vida y las de los que me rodean, han sido influenciadas por este factor, de manera muy positiva.

Temor de envejecer y querer hacer muchas cosas que ni el cuerpo ni la conciencia a esas alturas, permiten; miedo de despertar en la madrugada y darme cuenta que duermo junto a un hombre al que dejé de amar hace mucho tiempo. Sí, yo le temo a eso.

El miedo se ha constituido en aquel motor que mientras insiste en hacerme retroceder, al mismo tiempo me permite impulsarme con más fuerza hacia adelante. Temo estancarme, llegar a cierta edad y no haber dejado huella alguna mas que los tres diablillos que me dejan sus besos pegajosos en la mejilla cada que me reciben; y aunque a mi parecer, son un espectacular legado, necesito más. Yo siempre necesito más.

Soy un alma libre, pero momentáneamente reprimida por los recuerdos, experiencias propias y ajenas que no pienso repetir.

Y es que este no es un escrito pasivo agresivo en contra de nadie, vale aclarar. Solo busco transmitir que sentir miedo es una de las mejores cosas que pudo pasarme. No me refiero a ese miedo irracional, que es consecuencia de eventos traumáticos pasados, que se vuelven fobias. Me refiero a ese miedo de no avanzar, ese miedo de no conseguir algo que más temprano que tarde, pueda permitirte seguir soñando con más. Ese tipo de miedo que te obliga a continuar.

Funciona como un muro ante la zona de confort moral en la que temo caer. Es un recordatorio de que soy humana, que tengo aún treinta y tantos por delante y 26 por detrás. Simplemente, solo espero que cuando muera, mis hijos, nietos, o alguna persona que sepa de mi, diga: ¡Diablos, esa man rockeaba!

Considero que no está mal tener miedo a ser quienes los demás esperan que seas y ser lo que te da la putREGALADA gana de ser.





Lali.






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