lunes, 27 de julio de 2015

Disfrutar no está mal

           "Hay que ser infiel, pero nunca desleal" 
                                   Gabriel García Márquez


Cuando niña solía creer que las infidelidades, rupturas emocionales y engaños maritales no tenían razón de ser. "Pero si todas las mujeres y hombres son iguales" decía mientras debatía con mi abuela, qué lleva a una pareja a ser infeliz.

Tiempo me ha costado entender lo compleja de la situación. El amor, la relación afectiva en sí, es más que una correlación de cuerpo con cuerpo. Es un conjunto de emociones, sentimientos, complejos, preferencias, rutina, sueños, metas; es compartir más allá de un par de horas, es compartir la vida con otra persona, muchas veces, abismalmente diferente a ti.

Y es en la mayoría de los casos esta diferencia la que propicia un ambiente enrarecido, llegado cierto tiempo de convivencia, causando distanciamiento físico, sexual y emocional de la persona que amas. 

Entrando al asunto, la infidelidad es un acontecimiento típico que se arrastra de tiempos inmemoriales, siendo en algunas culturas y religiones un estigma generalmente endosado a las mujeres, que puede llevar incluso hasta implicaciones hereditarias. Según ellos, si tu madre fue adúltera: tú, tus hijas, e incluso tus nietas, tienen un elevado porcentaje de serlo. 

En cuanto a lo social, a lo largo de la evolución de nuestras civilizaciones, la infidelidad ha sido un delito expresamente del género femenino, castigado con firmeza y crueldad, en el que los hombres -hasta ahora- gozan de un elevado nivel de permisibilidad, siendo hasta considerados con mayor virilidad de acuerdo al mayor número de mujeres que hayan fornicado.

Ser la única especie que razona y una de las pocas que mantiene la monogamia como opción -a excepción de algunas culturas- ha sido una de los motivos por los que somos muy propensos a satanizar la infidelidad, porque conlleva deslealtad.

Entonces, ¿es malo ser infiel? 

Sí, y no. Depende del cristal con el que se lo mire. Partiendo de que cada persona es un mundo diferente, las relaciones no se encuentran muy alejadas de esta realidad. Cada una se lleva de una forma distinta. Hay un universo completo de situaciones en las que la infidelidad puede ser hasta bien vista en el entorno de la relación: poniendo reglas y términos, como en el caso de los swingers, quienes lo hacen por placer sexual; o como en las relaciones abiertas, las cuales varían de acuerdo al grado de compromiso de sus participantes.

Todo bien con la infidelidad consensuada -al parecer-, pues no se toca ese delicado e importante punto: lealtad. Es aquí donde las cosas se tornan color de hormiga para aquellos que gustan de la diversión sexual/sentimental con personas que no son su pareja.


"Está mal ser infiel, porque hay sentimientos invertidos en una relación y serlo implicaría romper -entre otras cosas-, confianza y, a la vez, llegar a pisotear esos sentimientos. Aparte de que una avalancha de pensamientos negativos se vienen a la cabeza de la persona que sufrió esa infidelidad. Si ya una persona no se siente conforme con la relación, lo que debería hacer es decirlo". 

Es la opinión de mi novio, el cual respeto y amo muchísimo, opinión con la cual estoy totalmente de acuerdo. Ser desleal está completamente mal, porque la relación se basa en la confianza, como él supo expresarlo. Peeeero, ¿en qué punto acepta una persona que no está conforme con una relación? y lo más importante: ¿podemos hacer algo para evitar la infidelidad de nuestra pareja?

Uno de los factores de este fenómeno se remite a la elección de la otra persona. Esta "decisión" está dada tanto por factores en donde predomina la empatía que tengamos con ese compañero, de acuerdo a afinidades o actividades en común.

Es más fácil que nos sintamos atraídos hacia quienes realizan las mismas cosas que nosotros o quienes comparten nuestros gustos, que hacia aquellas personas con quienes no se tienen los mismos marcos de referencia. Y es este mismo factor que nos ayuda a buscar pareja, el que nos vuelve propensos a fijarnos "inapropiadamente" en otra persona.

No se trata de ponernos un escudo anti engaño, se trata de mirar con objetividad que somos humanos y que tenemos una enorme predisposición a cagarla.

A esto hay que sumarle el hecho de que muy por el contrario de lo que muchas personas creen, está demostrado que los infieles pocas veces sufren de culpabilidad por lo que hacen. El acto de arrepentimiento solo llega hasta donde termina la "aventura" y de ahí en adelante es asunto olvidado.

Hay que tomar en cuenta que algunas veces se es permisivo con el infiel, ya que tener una relación es un asunto complejo, porque una vez que la entablas, te encuentras de pronto con el síndrome "amor y odio". Y bueno, para explicar este fenómeno tendría que citar a Freud y no terminarías de leer esto -si es que aún lo haces-, pero en resumen, al proyectar parte del yo en el otro y llegar a la frustración se desencadena el odio, factor que promueve muchas veces hasta la justificación de este acto.

Pero tranquilos, al final de la jornada, si nos invaden dudas o sentimientos encontrados, lo mejor es conversar. Encontrar un momento y poner las cartas sobre la mesa. Es importante entender que la pareja necesita movilidad para supervivencia y desarrollo de cada uno; es muy importante dado el caso, replantear la relación y continuarla siempre que la elección sea ratificada por ambos.

Existen mil y un formas de evitar "caer en la tentación", mas lo importante es ser leales hasta el final. No pretendo satanizar a los infieles, cuestionar, ni mucho menos juzgar la manera que tiene cada quien de manejarse por la vida. Cada quien es libre de explorar, de ir y venir-se- como mejor le parezca. Disfrutar de su cuerpo y sexualidad no está mal... siempre y cuando no jodas el corazón de los demás.


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