miércoles, 10 de septiembre de 2014

Odie

"Basta con que un hombre odie a otro para que el odio vaya corriendo hasta la humanidad entera."
            Jean Paul Sartre.

Desde pequeña fui muy susceptible a lo que acontecía a mi alrededor, dado que generalmente hacía cosas poco convencionales para una niña de 10 años: veía noticieros, sabía quién era el presidente de la República y políticos influyentes de turno, leía periódicos, conocía los nombres de los bancos y la función de algunas instituciones gubernamentales; sabía de conflictos, problemas sociales, hambre, guerra, religión y muerte. 

Pero al ser una pequeña, no alcanzaba a comprender el por qué de estos sucesos, a pesar de conocer algunos más de cerca de lo que hubiera querido. 

Increpaba a los adultos con cuestionamientos que no eran "apropiados", y que generalmente eran muy mal manejados por ellos:
  - Mamá ¿por qué hay niños negritos muriendo de hambre?
  - Porque son pobres, mi amor, por eso debes comer tu comida.
  - ¿Por qué Diosito no los ayuda o les da dinero?
  - *silencio incómodo* 
Me frustraba mucho no recibir respuesta e insistía hasta que se enojaban y me enviaban a dormir.

Entender lo que pasaba funcionó prácticamente como aprender a montar una bicicleta: el proceso de la emoción (Creer inútilmente que recibiría una coherente respuesta), el reto (Atreverme a preguntar para poder apaciguar la tormenta de ideas), las caídas (Cuando gracias a mi corta edad me evadían, o daban una respuesta que no encajaba con la lógica), la insistencia (Era muy persistente), y soltarme (Llegar al punto en el que no me intimidaba preguntar sobre cualquier cosa, en el momento que sea). 

En la última etapa descubrí algo, el motor de todos los eventos que en ese momento me preocupaban: el odio. Es gracioso el lugar en el cual supe de la existencia de esa palabra, nada más ni nada menos que en la iglesia, en la misa del domingo: transcurría la homilía y el sacerdote hablaba sobre la historia de Caín y Abel; en medio de todo el horror que pudo causarme el asesinato de Abel a manos de su hermano, el clérigo mencionó la palabra "ODIO"; luego de definirla, procedió a explayarse sobre el pecado y toda esa sarta de estupideces que la religión conlleva.

Con la vaga explicación del cura, llegué a casa y empecé a unir las piezas; sólo algo que ha existido desde el principio de los tiempos podría ser capaz de enfrentar naciones, de acabar con civilizaciones enteras, poner y quitar gobernantes, etc. ¡Eureca!

He ahí el alfa y el omega de los problemas políticos, sociales, de la guerra, del hambre, de la religión (con el perdón de los creyentes). El odio, esa aversión o repugnancia violenta que provoca rechazo en todos los niveles posibles, que te hace despreciar a alguien por su color de piel, por su figura, por su peso, por su manera de hablar, de actuar, de vestir, de vivir. 

Y es que, hay que reconocer que somos creativos al momento de buscar razones para justificar el odio, bastante creativos diría yo, pero la que me divierte más es la de: "No piensa como yo". 
Supongo que las personas que utilizan este argumento ni siquiera saben cómo realmente piensan, porque pensar no es una cuestión de "cómo" pues todos realizamos casi el mismo proceso, neurológicamente hablando, para razonar; pensar es una cuestión de "qué": ¿Qué es lo que ud piensa que a mí no me agrada, que no va con mis principios, que no me satisface, que no me conviene? Esa es la principal causa de tanto odiador en estos momentos.

Y es que inicialmente tu ideología, sea del tipo que sea, no debería ser causa de odio, a menos que te dediques a destrozar gente, a matar animales o que seas una persona que promueve la segregación social. La ideología es tu norte, en lo que crees, en lo que basas tu accionar; todo ese conjunto de ideas es lo que tienes, lo que eres. Y es precisamente esta palabra la que te hace amigo o enemigo, según la conveniencia de los que te rodean.

Siempre he sido partidaria de la lucha enérgica, de defenderte, de no permitir el crecimiento del complejo de superioridad de muchos; pero lastimosamente vivimos en una época en la que hasta comprarse un teléfono nuevo es cuestión de ostentación y orgullo (así no comas por los próximos 2 años en lo que terminas de pagar sus cuotas). Esta sociedad nos ha enseñado a unirnos a quienes pueden representar un beneficio de cualquier índole a nuestros intereses y a despreciar a todo ser humano, que por muy decente que parezca, no se encuentre alineado a nuestra manera de ver las cosas. ¡Vaya problema!

Personalmente, dejo el odio para los que me lastiman, para los que dañan a mis hijos o a miembros de mi familia, a los que asesinan, a los que indolentes, a todos quienes son indiferentes a la miseria, porque, estimado lector, es mi naturaleza humana. 

Pues sí, el odio es algo que debe reservarse para las cosas o personas que realmente causan daños irreparables en nosotros, para aquello que nos ha marcado de manera negativa, para lo que no nos deja ser. Decimos odiar a los demás, a nosotros mismos, al sistema, a la religión, a la vida; pero eso, a mi parecer entra en otra definición, más bien como repudio; el odio va más allá, es algo más. 
Espero, y ojalá no sea en vano, que el odio realmente se convierta en una cuestión de decisión, más o menos como el amor, pero sin hacernos parte de esa tragicomedia en la que caemos cuando sentimos uno de los dos, y como sabrán, toda decisión indica razonamiento, duda, cuestionamientos, argumentos y juicios de valor.

Amigo, odiar no está mal, lo malo es el odio visceral, odie con coherencia, odie con inteligencia.



Lali.

3 comentarios:

  1. No odiar sin verdadero razonamiento.

    Muy bueno tu artículo Lali, en verdad profundo. Ese es el tipo de cosas que me gusta leer.

    Me encantó la alegoría de aprender a andar en bicicleta y el cómo expones una de las principales excusas que los seres humanos usan para odiar y menospreciar a otros: "No piensa como yo".

    Además del gran razonamiento y pensamientos muy bien argumentados en su de tu post, me gustó mucho tu forma de escribir. Sin saber pudiste responder a una posible pregunta mía que surgió al estar a la mitad de tu publicación, y que a medida que acaba la lectura, la respondas sin yo haber hecho la pregunta. Eso es arte.

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  2. Me alegra mucho que te haya gustado mi entrada. En este blog expongo pedazos de mi memoria ligados a momentos que vivo actualmente. Es un honor recibir un comentario tan bueno. Gracias por leerme, Jonathan :)

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