martes, 28 de julio de 2015

La gran tercena

Imaginen una tercena, con una gran variedad de cortes de carne colgados en ganchos dispuestos para este menester, donde los clientes pueden apreciar si esa es la pieza de carne que desean llevar según la disposición de las fibras, la cantidad de grasa, lo magro del corte y la frescura del mismo.

Uno tras otro se acercan los clientes a observar la mercadería, algunos incluso se atreven a tocarla, ya saben, para ver qué tan consistente se encuentra la carne. No puede ser para menos, están evaluando un producto que posteriormente llevarán al hogar y que será consumido por sus familias.

"Qué rica, mi amor" escucho mientras voy por un sector concurrido de la ciudad. Voy vestida con un pantalón de rayón azul, blusa blanca mangas largas, un par de tacones beige y una cartera discreta, como para una entrevista de trabajo. A lo largo de diez cuadras aproximadamente vi un promedio de trece hombres mirándome de una forma que me incomodaba, y unas cuántas más me gritaban obscenidades.

Los había de todas las edades, razas y clases sociales aparentemente. Estaban vestidos con pantalones de tela, jeans, con sombrero, sin él, con peinados diferentes y rostros variados que expresaban desde una inocente admiración hasta el más profundo y oscuro deseo.

Mi abuela sabiamente solía generalizar diciendo que "los hombres son animales sexuales". Obviamente no entendía a qué se refería hasta que cierto día, camino a la despensa de mi barrio, vestida con unas bermudas y una blusa color fucsia, un hombre en bicicleta paró la marcha junto a mí para darme un largo e incomodísimo discurso patético y soez sobre la forma de mi vulva, lo mucho que le excitaba verla y todo lo que quería hacer con ella. Yo tenía 12 años.

Desde ese día comprendí que la gran mayoría de mujeres, por no decir todas, hemos experimentado este tipo de encuentros, unos más incómodos que otros, porque no hay nada que podamos hacer para evitarlos. ‘Nos toca entender’ y a veces aceptar que por ser mujeres, tener curvas o simplemente vestirnos de manera un poco llamativa estamos expuestas a recibir las palabras lujuriosas de estos "galanes de barrio". El término es muy suave para el que en realidad me gustaría utilizar, pero primero que todo, respeto a quien esté leyendo esto.

Es entonces cuando me di cuenta que, para ciertos hombres, las calles son una especie de gran tercena en la cual son libres de mirar los distintos cortes de carne que pasan a su alrededor. Lastimosamente, eso somos para muchos.

También he aprendido que hay varios tipos de acosadores:
  • Los que solo te miran, pero conservan algo de respeto.
  • Los que te miran con mucho morbo y te dicen una que otra palabra.
  • Los que no temen decirte cualquier cosa que se les viene en gana.
  • Los que te tocan de la forma más asquerosa y sucia, quienes para mí, son los peores.

Es lamentable comprender la penosa realidad de que nada pueda hacerse ante esto. Debería llenarnos de indignación ver cómo nuestras calles y sociedad se han convertido en un gran mercado de carne, en la que "los clientes" se sienten con derecho y en deber de manosear lo que hay, por cuestiones de virilidad o de simple ocio ocasional.

Me quedo con la impotencia que produce el saber que mis hijas, tus hijas y las de todos están expuestas a este acoso sexual por la simple razón de existir. Yo, por mi cuenta, enseñaré a mi hijo, padre, novio, amigos y todos los hombres que se encuentran a mi alrededor, el terrible y negativo impacto que producen estos eventos en la psiquis de una mujer y lo doloroso que es no poder hacer nada más que educar. Y tú, ¿qué harás para evitar que siga sucediendo?

lunes, 27 de julio de 2015

Disfrutar no está mal

           "Hay que ser infiel, pero nunca desleal" 
                                   Gabriel García Márquez


Cuando niña solía creer que las infidelidades, rupturas emocionales y engaños maritales no tenían razón de ser. "Pero si todas las mujeres y hombres son iguales" decía mientras debatía con mi abuela, qué lleva a una pareja a ser infeliz.

Tiempo me ha costado entender lo compleja de la situación. El amor, la relación afectiva en sí, es más que una correlación de cuerpo con cuerpo. Es un conjunto de emociones, sentimientos, complejos, preferencias, rutina, sueños, metas; es compartir más allá de un par de horas, es compartir la vida con otra persona, muchas veces, abismalmente diferente a ti.

Y es en la mayoría de los casos esta diferencia la que propicia un ambiente enrarecido, llegado cierto tiempo de convivencia, causando distanciamiento físico, sexual y emocional de la persona que amas. 

Entrando al asunto, la infidelidad es un acontecimiento típico que se arrastra de tiempos inmemoriales, siendo en algunas culturas y religiones un estigma generalmente endosado a las mujeres, que puede llevar incluso hasta implicaciones hereditarias. Según ellos, si tu madre fue adúltera: tú, tus hijas, e incluso tus nietas, tienen un elevado porcentaje de serlo. 

En cuanto a lo social, a lo largo de la evolución de nuestras civilizaciones, la infidelidad ha sido un delito expresamente del género femenino, castigado con firmeza y crueldad, en el que los hombres -hasta ahora- gozan de un elevado nivel de permisibilidad, siendo hasta considerados con mayor virilidad de acuerdo al mayor número de mujeres que hayan fornicado.

Ser la única especie que razona y una de las pocas que mantiene la monogamia como opción -a excepción de algunas culturas- ha sido una de los motivos por los que somos muy propensos a satanizar la infidelidad, porque conlleva deslealtad.

Entonces, ¿es malo ser infiel? 

Sí, y no. Depende del cristal con el que se lo mire. Partiendo de que cada persona es un mundo diferente, las relaciones no se encuentran muy alejadas de esta realidad. Cada una se lleva de una forma distinta. Hay un universo completo de situaciones en las que la infidelidad puede ser hasta bien vista en el entorno de la relación: poniendo reglas y términos, como en el caso de los swingers, quienes lo hacen por placer sexual; o como en las relaciones abiertas, las cuales varían de acuerdo al grado de compromiso de sus participantes.

Todo bien con la infidelidad consensuada -al parecer-, pues no se toca ese delicado e importante punto: lealtad. Es aquí donde las cosas se tornan color de hormiga para aquellos que gustan de la diversión sexual/sentimental con personas que no son su pareja.


"Está mal ser infiel, porque hay sentimientos invertidos en una relación y serlo implicaría romper -entre otras cosas-, confianza y, a la vez, llegar a pisotear esos sentimientos. Aparte de que una avalancha de pensamientos negativos se vienen a la cabeza de la persona que sufrió esa infidelidad. Si ya una persona no se siente conforme con la relación, lo que debería hacer es decirlo". 

Es la opinión de mi novio, el cual respeto y amo muchísimo, opinión con la cual estoy totalmente de acuerdo. Ser desleal está completamente mal, porque la relación se basa en la confianza, como él supo expresarlo. Peeeero, ¿en qué punto acepta una persona que no está conforme con una relación? y lo más importante: ¿podemos hacer algo para evitar la infidelidad de nuestra pareja?

Uno de los factores de este fenómeno se remite a la elección de la otra persona. Esta "decisión" está dada tanto por factores en donde predomina la empatía que tengamos con ese compañero, de acuerdo a afinidades o actividades en común.

Es más fácil que nos sintamos atraídos hacia quienes realizan las mismas cosas que nosotros o quienes comparten nuestros gustos, que hacia aquellas personas con quienes no se tienen los mismos marcos de referencia. Y es este mismo factor que nos ayuda a buscar pareja, el que nos vuelve propensos a fijarnos "inapropiadamente" en otra persona.

No se trata de ponernos un escudo anti engaño, se trata de mirar con objetividad que somos humanos y que tenemos una enorme predisposición a cagarla.

A esto hay que sumarle el hecho de que muy por el contrario de lo que muchas personas creen, está demostrado que los infieles pocas veces sufren de culpabilidad por lo que hacen. El acto de arrepentimiento solo llega hasta donde termina la "aventura" y de ahí en adelante es asunto olvidado.

Hay que tomar en cuenta que algunas veces se es permisivo con el infiel, ya que tener una relación es un asunto complejo, porque una vez que la entablas, te encuentras de pronto con el síndrome "amor y odio". Y bueno, para explicar este fenómeno tendría que citar a Freud y no terminarías de leer esto -si es que aún lo haces-, pero en resumen, al proyectar parte del yo en el otro y llegar a la frustración se desencadena el odio, factor que promueve muchas veces hasta la justificación de este acto.

Pero tranquilos, al final de la jornada, si nos invaden dudas o sentimientos encontrados, lo mejor es conversar. Encontrar un momento y poner las cartas sobre la mesa. Es importante entender que la pareja necesita movilidad para supervivencia y desarrollo de cada uno; es muy importante dado el caso, replantear la relación y continuarla siempre que la elección sea ratificada por ambos.

Existen mil y un formas de evitar "caer en la tentación", mas lo importante es ser leales hasta el final. No pretendo satanizar a los infieles, cuestionar, ni mucho menos juzgar la manera que tiene cada quien de manejarse por la vida. Cada quien es libre de explorar, de ir y venir-se- como mejor le parezca. Disfrutar de su cuerpo y sexualidad no está mal... siempre y cuando no jodas el corazón de los demás.


lunes, 13 de julio de 2015

El beneficio de temer

"El miedo es ese pequeño cuarto oscuro donde los objetivos negativos son revelados". 
                                               Michael Pritchard


Escuchando 'Devil in Disguise' by Elvis, me dio el impulso repentino de escribir. Y es que confieso, tengo mucho tiempo que no lo hago, al menos no para este blog, al que he tenido muy abandonado.

Acostumbrados -supongo- a los escritos llenos de lógica y razonamiento, algunos no encontrarán muy interesante lo que deseo transmitir. Sin embargo, hay algo rescatable en este tipo de entradas, y es que a veces la simplicidad es mejor recibida que mil palabras adornadas con interlineado sencillo en Helvética. 

Escribir en tiempos de inestabilidad no es algo que le siente bien a alguien como yo, lo visceral suele ser muy poco digerible para el tipo de lector que me acompaña, ya que cuando nuestro mundo personal tambalea, la coherencia y la objetividad no son cualidades muy fáciles de encontrar. 

Afortunadamente "no hay mal que dure cien años, ni cuerpo que lo resista" y al salir de este convulsionado momento, he llegado a la conclusión de que lo que me sucedía no era tan malo / grave. Todo, se resume a miedo. Miedo a un par de cosas que la humanidad en general teme: la soledad sentimental, el desfase económico, la muerte, etc. 

Pero a fin de cuentas, lo peor que pudo pasar es que sucedieran y bueno, de ahí no se podía llegar más abajo. ¿O sí?

Si bien es cierto, desde que dejé de tomar un par de pastillas que desacertadamente me recetaron hace un par de años, mi percepción de ciertas sensaciones han sido un sube y baja tremendo, pero puedo decir sin temor a equivocarme que me privaban de la cosa más especial que puede sentir el ser humano: el miedo.

Permítanme justificar mi punto y el eje central del presente conjunto de palabras:

En los últimos 14 meses, muchas de las decisiones que he tomado para mi vida y las de los que me rodean, han sido influenciadas por este factor, de manera muy positiva.

Temor de envejecer y querer hacer muchas cosas que ni el cuerpo ni la conciencia a esas alturas, permiten; miedo de despertar en la madrugada y darme cuenta que duermo junto a un hombre al que dejé de amar hace mucho tiempo. Sí, yo le temo a eso.

El miedo se ha constituido en aquel motor que mientras insiste en hacerme retroceder, al mismo tiempo me permite impulsarme con más fuerza hacia adelante. Temo estancarme, llegar a cierta edad y no haber dejado huella alguna mas que los tres diablillos que me dejan sus besos pegajosos en la mejilla cada que me reciben; y aunque a mi parecer, son un espectacular legado, necesito más. Yo siempre necesito más.

Soy un alma libre, pero momentáneamente reprimida por los recuerdos, experiencias propias y ajenas que no pienso repetir.

Y es que este no es un escrito pasivo agresivo en contra de nadie, vale aclarar. Solo busco transmitir que sentir miedo es una de las mejores cosas que pudo pasarme. No me refiero a ese miedo irracional, que es consecuencia de eventos traumáticos pasados, que se vuelven fobias. Me refiero a ese miedo de no avanzar, ese miedo de no conseguir algo que más temprano que tarde, pueda permitirte seguir soñando con más. Ese tipo de miedo que te obliga a continuar.

Funciona como un muro ante la zona de confort moral en la que temo caer. Es un recordatorio de que soy humana, que tengo aún treinta y tantos por delante y 26 por detrás. Simplemente, solo espero que cuando muera, mis hijos, nietos, o alguna persona que sepa de mi, diga: ¡Diablos, esa man rockeaba!

Considero que no está mal tener miedo a ser quienes los demás esperan que seas y ser lo que te da la putREGALADA gana de ser.





Lali.